28 agosto 2011
"You´ll Never Run Alone. You´ll never drink alone": Así me habían dicho...
por Jennifer Bahme
El 15 de julio 2011
Alberto, nuestro presi, unos días anteriores había comprado su billete a los EEUU, y empezábamos hablar por Skype de qué exactamente haríamos durante de las 2 semanas y media que él estaría en mi tierra, al final de los dos meses en total que yo, ya allí, estaba planeando de estar visitando a familia y amigos míos. En nuestra conversación, yo estaba dando ideas de turismo, dando un mini-lección del geografía del país, y hablando sola en voz alta sobre los beneficios de alquilar un coche versus coger un tren. ¿Y Alberto? Hablando de donde, cuántos, y cuándo, podría hacer sus primeras millas corriendo en un país nuevo para él. Antes de terminar la conversación, habíamos encontrado la unión de todos nuestras ideas---una carrera en la corazón del ¨campo de vino¨ en California, el medio maratón de Santa Rosa, el cual tiene una ruta cruzando por las viñas de Sonoma County.
Alberto, duraba menos que un minuto para empezar de apuntarse, cuando yo, preguntando más a mí misma que a él, dije, ¨Pues, tal vez ¿inscribo yo también?” Por supuesto, Alberto, el animador de todos, me respondió con toda la confianza que había faltado en mi duda, “¡Claro, si animas!” Mis dudas seguía aún más cuando había visto el precio de entrada (casi $100)….pudiera nombrar 100 cosas distintas que prefería comprar con esos $100….pero a la sorpresa de nosotros dos, creo, al día siguiente, era oficial: (intentaré) ser una medio-maratoniana.
Para ustedes que no me conocen bien, tengo que explicar que aunque he estado corriendo durante de los últimos 20 años, lo máximo que había corrido en un entrenamiento o carrera había sido (como mucho) 11 km, y eso incluyendo medio kilómetro caminando antes y después para calentar y relajar los músculos. Hay una razón entendible para que Alber y yo debatamos si mi “titulo” de RdB, en lugar de ser “La Primera DAMA” sería mejor dicho “La Primera VAGA.” Pero, sin aspiraciones ningunas de correr un maratón completo, siempre había jugado con la idea de correr un medio. Me parecía que había llegado el momento perfecto. Primero: a correr. Después: ¡a beber el vino!
El 21 de julio 2011
En la oficina de mi podólogo encontré la revista ¨Runners World,” que por casualidad había publicado en julio la edición para medio-maratones. El entusiasmo que tenía yo al leer el titulo de la revista rápidamente se disipó cuándo hice un vistazo al calendario de prepararse uno para lograr un medio que había recomendado el autor del articulo—¿!?! 2 meses para prepararme?!!? “¿Y el hecho me quedaban solo 5 semanas y media?” le pregunté a Alberto. Él, intentando de calmarme, me respondió que dos meses sería para alguien que nunca había corrido en su vida, y que lo podría hacerlo sin dificultad en el tiempo que me quedaba. Decidí creerle.
Del 24 de julio al 16 de agosto 2011
Tres días de preparación psicológica luego, superé mi record personal por haber corrido 13 km de entrenamiento entre las playas y los casinos de Atlantic City, Nueva Jersey. Y a partir de tal día me puse en un plan de entrenamiento bastante estricta para mi; no me permite dejar ni un entrenamiento “corto” entre semana y uno más largo, poco a poco aumentando distancia, un día del fin de semana. Seguía así, diez kilómetros dos veces a la semana y “más y más” los fines de semana; admito sentirme orgullosa por poder hacerlo sin realmente ningún problema. Al ver que podría correr primero los 13 km, después los 15, etc. sin tener agujetas al día siguiente y en los días de correr solamente 10 kilómetros me sentía que podría seguir mucho más, me dio la confianza que me había faltado unas pocas semanas antes….. Hasta un día en Houston, en temperaturas de 35ºC, corrí mi primera distancia de 19+ kilómetros y sufrí lo que supongo era alguna forma de deshidratación, y me sentía fatal lo de más del día. Pues, mi frustración por la reacción de mi cuerpo y la preocupación de sentirme mal otra vez que corriera esta distancia cambió mi entrenamiento “estricto” para uno, podemos decir, menos entusiasmado—y fue allí el punto de preparación en que estaba yo el día que el presí aterrizó en New York City.
El 21 de agosto 2011
Me gustaría escribir que llegó Alberto y me había transmitido su entusiasmo por el medio que vendría muy pronto, pero la verdad es que durante de días de turismo estilo neoyorquina (quiere decir, sin parar de caminar, comer pizza neoyorquina, caminar, comer perros calientes neoyorquina, caminar, comer bagels neoyorquina, etc.) la única fuerza que me estaba llevando a la salida de Santa Rosa fue el hecho que había dicho a tantos que lo haría. El día 21 corrimos un “10-miler” (16 km) en Prospect Park, Brooklyn, en plan de prepararnos (me) para el medio la semana siguiente. Seguía por cuestas arriba, cuestas abajo, con Alberto condenado por su propia voluntad de correr a mi ritmo, cogiéndome agua y sacando fotos de mi, mientras yo intentaba de dar una sonrisa a la camera en lugar del gesto que realmente quería enseñar. (Yo sabía que el había llegado a un punto notable de su vida de ser corredor cuándo empezó a editar las fotos mientras corría, el pobre.) Pero las millas pasaban y me sentía bastante bien al llegar en meta---más significante, había vuelto mi creencia que podría llegar a la meta en Santa Rosa!
El 28 de agosto 2011
Alberto y yo habíamos seguido por nuestro carrera de viajero, pero durante de la ultima semana en modo de la “costa oeste”(Seattle, Washington hasta (últimamente) San Francisco, con el plan de llegar primero a Santa Rosa, una hora y pico al norte de San Fran)—ahora probando las comidas que “no te las puedes perder” en aquella parte del país, igual de desconocido a mí como a él. Otra vez, mucho de hablar de correr, poco de hacerlo. El día antes de la carrera, llegábamos con tiempo para comer y dormir bien--- requisitos míos si realmente me despertara a las 5.30 de la mañana, una practica que yo normalmente reservo para transportarme a algún país exótico, lo cual no cualifica un medio-maratón. Sin embargo, aunque habíamos acostado a una hora razonable, ni él o yo podríamos dormir---yo, por los nervios que vinieron de las razones que espero después de ésta crónica tan larga se pueden entender, y Alberto por sus propios nervios por pensar en su deseo competir en la carrera. Sin embargo, habíamos despertado los dos en buenos espíritus y con ánimo para un día esperado.
Llegamos para recoger los dorsales con tiempo, solo para saber (a mi vergüenza), que por la falta de la tecnología americana que el apellido de Alberto Álvarez Núñez, con sus tildes y letras latinas, había causado una confusión en el sistema y no pudieron encontrar su inscripción. Pero, al resolver el problema (gracias a la atención por los detalles de nuestro presi que había llevado una fotocopia de su registración), pusimos los dorsales y fuimos a buscar la salida. Después de un beso breve para darnos suerte, fuimos cada uno por los puestos nuestros….Alberto en frente de todos y yo, al otro extremo del grupo de los corredores.
La camaradería entre los corredores, desconocidos y conocidos a la vez, el ánimo que nos daban los espectadores a nosotros, el paisaje de viñas de uvas, y más que todo, mi propia sensación que las millas pasaban rápidas, casi sin darme cuenta, me llevaban paso por paso. ¡No era nada de aburrimiento!
Y es así de simple cómo llegué a la meta para merecer el título de medio-maratoniana, contenta con mi ritmo, sintiéndome orgullosa, feliz, y ¡¡¡más que lista para mi primera copa de vino Californiano!!!
Jennifer
21 septiembre 2011